lunes, 1 de enero de 2018

NORMALIZAR NO ES APAÑAR

Desde hace tiempo os hablamos de las complicaciones que surgen en el día a día de las personas con discapacidad. Hoy os vamos a contar la diferencia que vivimos en dos ocasiones distintas en las que hicimos planes de ocio familiar.

Hace unas semanas fuimos al teatro con los niños, concretamente al Teatro Filarmónica de Oviedo. Antes de ir  y ya que en la web no vimos nada, llamamos para asegurarnos de la accesibilidad del recinto y para  saber si existían plazas reservadas para personas con discapacidad. La primera vez que nos contestaron nos dio la sensación de que la persona con la que hablábamos le parecía que lo que le decíamos era como de otra galaxia, no nos supo resolver y nos remitió a las taquillas del teatro. Llamamos y llamamos a las taquillas pero no nos contestó nadie, así que volvimos a llamar a Patronato del Ayuntamiento; esta vez nos pasaron con el responsable que nos dijo que era accesible y que había espacio para las sillas de ruedas detrás de la última fila, con lo que si nos queríamos poner todos juntos estábamos condenados a estar atrás del todo en un teatro que estaba, como mucho, mediado. Finalmente decidimos sentarnos en una butaca normal y coger a Diego en el cuello, de momento que todavía podemos.

Al llegar al teatro nos dicen, de una forma bastante poco amable por cierto, que la silla la tenemos que dejar en el hall como hacían los demás padres, les digo que para eso tengo que conseguir subir los escalones, ya que esta es una silla ortopédica y no de bebé, así que a pesar de existir un salvaescaleras cogen conmigo la silla y subimos los escalones. Una vez colocados dentro sacamos la silla al hall y allí se queda, silla que os recuerdo cuesta unos 3.000 euros. Finalmente, tanto Diego como Nacho disfrutaron mucho de la obra, por lo que lo dimos todo por bien empleado.


Hace unos días fuimos a Gijón a ver un musical de los Cantajuegos en el salón de actos de la Cámara de Comercio. A diferencia de la vez anterior no nos hizo falta llamar, porque al entrar en el plano de la web ya vimos que en la zona centro había unas estupendas plazas reservadas para personas con movilidad reducida. Teniendo en cuenta que las entradas las compramos el último día, los sitios junto a estas plazas estaban ocupados, con lo que al final optamos por  hacer lo mismo que la vez anterior, pero sabiendo que de haberlas cogido con tiempo hubiéramos podido usarlas con comodidad. El día de la sesión el acceso no tenía problema ya que existe ascensor y rampa, sentándonos con Diego una vez dentro. A diferencia de en Oviedo, esta vez la silla la pudimos dejar en las plazas reservadas, de forma que no quedó expuesta en el hall como había pasado allí.


En ambos sitios conseguimos disfrutar de las funciones, pero la diferencia es que en una tuvimos que llamar, revolver y preguntar, necesitando que allí se nos tratara de forma diferente, mientras que, en cambio, en la otra fuimos uno más, nadie tuvo que estar pendiente de nosotros.


Esta es la diferencia entre normalizar y apañar: lo que pedimos no es un favor, es la normalización,  ser uno más y no tener que depender de ir dos personas con la silla o que haya un buen samaritano que nos ayude. Y por supuesto no nos parece normal estar condenados a tener que sentarnos tras la última fila en un hueco que les había quedado (que es lo que era, no es que se hubiera acondicionado un espacio, sino que aprovecharon un hueco) y menos  cuando el teatro está vacío desde la mitad.


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