Hace unos días estábamos
preparados para ir a la revisión de Neuropediatría con Diego, hacía seis meses
de la última y teníamos interés por comentarle los cambios que se habían
producido en este tiempo, que han sido bastantes.
Sin embargo, unos días antes, comprobando
la fecha y hora nos dimos cuenta de que la cita no era para ahora sino para el
año que viene, ¡¡¡un año y medio después de la anterior cita!!!
Dando por supuesto que se trataba
de un error nos pusimos en contacto con
el neurólogo el que, para nuestra sorpresa, nos confirmó que ese era el periodo
de espera en el que se estaba moviendo en estos tiempos.
Llegado este punto nos
preguntamos, ¿alguien puede creer que es normal que un niño epiléptico de seis
años con parálisis cerebral y constantes infecciones respiratorias pase por la
consulta del neurólogo cada año y medio?.
Seguro que si preguntas a las
autoridades correspondientes te dicen que si, pero nosotros podemos aseguraros que no...
Para dar esa contestación solo se nos ocurren
dos razones: o bien no tener el más mínimo conocimiento de medicina ni de
epilepsia, o bien que le importa realmente poco la salud de nuestros hijos.
Es una vergüenza que un servicio
como el de neuropediatría del HUCA, que atiende a pacientes de toda Asturias e
incluso de provincias limítrofes esté compuesto solamente por dos personas que,
además, hacen guardias en urgencias con el consiguiente y lógico día de
descanso; día en el que el servicio se queda sin la mitad de sus componentes.
Esta carencia hace que los niños con problemas neurológicos, frecuentes crisis epilépticas o cambios en su medicación deban sufrir continuos ingresos para poder ser vistos por el especialista, ya que a estos les resulta inviable poder acercarse a atenderles en el servicio de urgencias como hacen otros especialistas (con menos ratio de pacientes...)
Aún no teniendo todos los datos, nos atrevemos a decir que viendo a los niños con mayor frecuencia se podrían ahorrar muchos de esos ingresos
y sabiendo lo caro que es tener a una persona ingresada , con ese ahorro
se podría ampliar el personal del servicio.
A esto podríamos añadir la total falta de empatía de los directivos sanitarios con este colectivo, ya de por sí bastante olvidado, al que sin ningún tipo de sonrojo se les agrava su situación haciéndoles pasar por numerosos ingresos, con el trastorno que supone para ellos ese cambio en sus vidas, poniéndonos a los padres en tremendos problemas para poder compatibilizar nuestros trabajos con las necesidades de nuestros hijos y elevando nuestras cotas de estrés (ya de por si bastante altas...), hasta incluso a las propias empresas, muchas de ellas comprensivas y flexibles con nuestra situación, pero que no deberían verse envueltas en esta situación.
«Queridos gestores»: hasta cuándo se va a mantener esta situación. Será necesaria una desgracia, un susto o un problema gordo para que se cambie esta dinámica, claramente deficitaria para la salud y el bienestar de nuestros/as hijos/as????
Nosotros tenemos claro que no, y prometemos dar guerra para conseguir darle la vuelta a esta situación.
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