Un año más la compañía de vuelo
VOLOTEA nos ha llevado a nuestro paraíso de playa. Ya en años anteriores os
contamos como habíamos resuelto el viaje con Diego, facturando la silla y
solicitando el servicio de asistencia especial en los aeropuertos de salida y
destino. Como esa opción no nos había
dado muy buenos resultados y además este año debíamos llevar otra silla mas con
Nacho, decidimos no facturarla y llevar las dos
hasta la escalerilla del avión.
De momento Diego no pesa mucho y
podemos subir y bajar del avión con él en cuello, pero cuando no podamos,
tenemos la opción de solicitar de nuevo la asistencia y acceder directamente al
avión.
La única pega que existe es que en
determinados aeropuertos, las sillas que dejas a pie de avión te las devuelven
por la cinta de equipajes, debiendo trasladarte hasta allí a recogerlas.
En Asturias no tenemos problema, al
tratarse de un aeropuerto pequeño, las distancias no son muy grandes y en
condiciones normales podrías ir con los niños en brazos del avión a la cinta de
equipajes, sin embargo, en aeropuertos más grandes, la distancia que debemos
recorrer cargados de bártulos y niños seria casi semejante a la de una maratón.
Paradójicamente, fue aquí en Asturias donde
las sillas nos las devolvieron a pie de avión, mientras que en Valencia, tuvimos
que solicitar el servicio de asistencia especial del aeropuerto que nos llevó a
Diego y a mí en silla de ruedas hasta la cinta de equipajes.
Eso sí, si solicitáis este servicio
(gratuito y presente en todos los aeropuertos de España) acordaos de avisar con
al menos 48h de antelación.
El tema de cómo, y sobre todo, donde
sentarlo dentro del avión es algo que varia según la compañía e incluso según
la tripulación que te toque. Hasta ahora nos es posible viajar con Diego en
nuestro regazo por lo que, aunque ya pagábamos asiento para él, seguíamos
solicitando el cinturón de bebe para èl. Ya en una ocasión anterior un auxiliar
de vuelo nos informo de que, al ser mayor de 2 años y tener asiento asignado,
dependería de la tripulación el que nos lo facilitaran o no.
Como así fue en esta ocasión, que
amablemente nos dijeron que debíamos sentarlo en su asiento con su propio
cinturón, al menos durante el despegue y aterrizaje. Diego no se mantiene
sentado sólo, por lo que su padre por un lado y yo con Nacho en el cuello por
otro, lo mantuvimos (más o menos) en su asiento.
Este episodio os lo cuento porque
cuando uno de los compañeros del cole de Diego se fue de vacaciones en avión,
desde la compañía con la que viajaban les “obligaban” a usar un peto que le
mantuviera sentado (100€). Peto que la tripulación no había visto nunca,
acercándose incluso el comandante a ver cómo era.
¿Porque a ellos sí y a nosotros no?
Pues la única explicación que se nos ocurre es que, mientras que nosotros
compramos los billetes por Internet, donde no aparece ninguna mención
especifica respecto a estas situaciones, ellos lo compraron mediante una
agencia de viajes, la que, conocedora de la situación, solicito información al
respecto a la propia compañía.
De momento, nadie mas no hablo del peto, así que seguiremos haciendo lo mismo que hasta ahora para viajar con Diego.
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