Creo
que en alguna ocasión hemos contado aquí lo difícil y agotador que fue el
primer año y medio de Diego. Es un tiempo de adaptarte a la nueva situación, de
recibir un bombardeo de información, no siempre positiva ni alentadora, de empaparte
de ese nuevo campo que debes conocer, en definitiva, es un periodo de reajuste.
Y no es fácil de llevar a cabo. Ni siquiera cuando, como en nuestro caso,
cuentas con una familia extensa que te arropa, te apoya y te sirve de colchón
contra el que dejarte caer de vez en cuando.
No
recuerdo muy bien el momento en el que decidimos acudir a un psicólogo, creo
que fue alrededor del año, y las razones que nos llevaron a tomar esa decisión
tampoco las tengo muy claras. Tal vez fue el hecho de que alrededor nos
ofrecían esa posibilidad ante el miedo de que su apoyo no fuera suficiente, tal
vez porque no perdíamos nada, tal vez porque pensamos que podría ser una ayuda
mas, o tal vez una mezcla de todas ellas.
La
cuestión es que allá que fuimos…………….4 veces; el numero de sesiones que
tardamos en darnos cuenta que, en nuestro caso, no nos servía para nada. La
psicóloga a la que acudimos dedicaba la sesión a que hablásemos de cómo nos
sentimos con el nacimiento de Diego, como habíamos reorganizado nuestra vida,
que sentíamos ahora….cosas que, por lo menos en nuestro caso, ya eran habladas
entre nosotros, con nuestros padres e incluso con los profesionales a los que
acudía el peque. Ambos decidimos que no nos aportaba nada el tratar de nuevo
todo eso ante un profesional que tan solo nos escuchaba y formulaba preguntas,
y acordamos dejar de ir.
Queremos
dejar claro que no es que la labor de los psicólogos no sea necesaria en casos
como el nuestro, sino que para nosotros, en ese momento particular y con el
método que usaba esa profesional en particular, no nos aportaba nada. Sin
embargo, la psicóloga de la Unidad de Atención Temprana de ASPACE, María, sí
que fue un pilar fundamental en esa época, sobre todo para mí que era quien acompañaba
a Diego a las terapias, durante las cuales yo me quedaba en mi propia "terapia
informal" con ella. Tanto fue así, que con el tiempo se convirtió en una amiga
con la que quedar en familia.
Igual
que os cuento esto, también os digo que más o menos por aquella época en la que
apenas dormíamos y teníamos los nervios a flor de piel, yo sí que necesité
acudir a un profesional, en este caso, un psiquiatra que me hizo entender que
mis ataques de llanto, mi ansiedad y la losa que parecía que cargaba a todas
horas, no eran algo tan extraño dada la situación que atravesábamos y que tomar medicación para contrarrestarlo, era como cuando te tomas un paracetamol para el dolor de cabeza.
Con
la perspectiva que te da el tiempo, ahora soy capaz de admitir que acceder a
tomar medicación para la ansiedad fue la mejor decisión que podían haberme `animado`
a tomar. Me ayudó un montón, notando una mejoría tremenda que me permitió
llevar el día a día con más serenidad. Los prejuicios que tenia se esfumaron a
los dos días de darme cuenta de que no estaba atontada, me encontraba mucho más
animada, disfrutaba mucho mas de Diego y afrontaba las dificultades con mucho
mejor ánimo. Volvía a ser yo.
Es
por eso que, si en algún momento os sentís así, no dudéis en consultar con un
profesional, no os dejéis llevar por los mismos prejuicios que yo.
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