jueves, 14 de agosto de 2014

ARTICULO SOBRE LOS HERMANOS DE NIÑOS CON DISCAPACIDAD

"Los hermanos de personas con diversidad funcional van creciendo al lado de su hermano, viviendo cada etapa, cada duelo y cada alegría junto a toda la familia; y son testigos casi omniscientes de lo que pasa a su alrededor. Cada hermano es único, y cada modo particular de afrontar esta situación va a depender de múltiples factores, como la edad, la cantidad de hermanos y personas que conviven en la casa, el orden de nacimiento, la capacidad de resiliencia individual y/o familiar, el tipo de diversidad y el estilo previo de afrontamiento de las crisis de cada familia, entre varios otros.
 
Los hermanos mayores muchas veces toman un rol autoexigente, sumamente protector de su hermano con diversidad funcional y a veces hasta de sus padres. Este rol puede llevar a que éstos, en su intento de proteger a sus padres y a su hermano, no puedan expresar realmente lo que les pasa, lo que piensan y sienten. Se acostumbran a “no querer molestar a mamá y papá que ya suficientes preocupaciones tienen” con su hermano. Suelen sobreadaptarse a todo, y les cuesta manifestar sus necesidades y deseos.
 
También observamos que en muchos casos, hermanos menores, suelen adaptarse un poco mejor que el mayor a la diversidad funcional de su hermano. Quizás el hecho de haber nacido después que la persona con diversidad funcional hace que se críen desde un  comienzo con esta realidad y la vivencien, en general, con más naturalidad que los hermanos mayores. Pero esto no los exime de preocupaciones, sentimientos y pensamientos continuos en relación a su hermano. Todos los hermanos de personas con diversidad funcional los tienen en mayor o menor medida. Los niños, igual que los adultos, frente a esta circunstancia de la vida, se encuentran con sentimientos y emociones contrapuestas, que si bien muchas ya existen en una relación típica fraterna, muchas veces se intensifican frente a la presencia de la diversidad funcional del hermano.
Sentimientos de amor y alegría por los logros se contraponen con los de celos, culpa, vergüenza, preocupación, sobre exigencia y enojo, entre otros. Estos últimos, los sentimientos que comúnmente se llaman “negativos”, muchas veces son difíciles de ser escuchados por los padres; y más aún, muchas veces los hermanos prefieren no mencionarlos tal vez por sentir culpa".

Situación 1

Tomás tiene 5 años y un diagnóstico de autismo. El niño ingresa al cuarto de su hermana María, de 10 años, y le rompe su cuaderno de dibujo sin estar ella presente. María llega a su casa y se entera de lo sucedido. Comenta a sus padres lo que pasó muy enojada.
Posibles respuestas a esta situación:
A) “Bueno… No se da cuenta, no lo hace apropósito… ¡Tienes que tenerle paciencia!”.
B) “¿Debes estar muy enojada, no? Yo en tu lugar lo estaría”. “Vamos a buscar una solución a este problema. A ver… “
 
La respuesta A) es una respuesta entendible y natural, pero inhibe sin querer los sentimientos de María. No se le está dando lugar ni permiso a la expresión. Se da por supuesto que María debería comprender o aceptar que le rompan sus cosas porque Tomás tiene una diversidad funcional.
En cambio, con la respuesta B) se le da lugar a la expresión. Permite que María aprenda a poner en palabras sus sentimientos. Los padres de María le transmiten empatía y seguridad de que lo que ella siente, a pesar de ser un “sentimiento negativo”, está bien sentirlo y no la hace mejor ni peor persona. Estas respuestas suelen favorecer el diálogo entre padres e hijos.
 
 
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