Con las
vacaciones a la vuelta de la esquina ya tenemos la vista puesta en los 15d que
nos pasaremos en familia en la playa, empezando a hacer listas de cosas,
medicaciones y planos que necesitaremos, y se me viene a la cabeza el libro
Quieto, de Marius Serra, del que hablamos aquí.
En él, el autor habla de su experiencia en el día a día como padre de un
niño con discapacidad. El libro nos dejò un poco tocados, y no porque nos
sorprendiera su dureza, creo que refleja una realidad y llama a las cosas por
su nombre, sino porque nos sorprendió la diferente manera de encarar
situaciones que nosotros también habíamos vivido (y que seguimos viviendo).
Una de ellas
fue cuando cuentan que se va toda la familia de viaje a Venecia, y de repente
al niño le da un ataque epiléptico, si no recuerdo mal, y deben llevarlo al hospital. Hospital que ni
sabían dónde se encontraba, ni cómo se llamaba, ni siquiera cómo se podría
acceder a él en una ciudad donde casi hay mas canales de agua que
carreteras…..
Para nosotros que el primer año que fuimos de vacaciones fuera de
Asturias buscamos el hospital más cercano, sacamos del google maps el
itinerario, llevamos la carpeta con los últimos informes médicos de Diego, y
encima, una vez en el pueblo, nos acercamos al Centro de Salud para plantearles
la hipotética situación de que tuviera una crisis y saber que protocolo tienen
allí (si debes llamar directamente al 112, si tienen medicación apropiada, si
acudir al hospital en vez de allí….)….
Vamos, igualitos que en el libro!!
Otra situación
que tuvieron en ese mismo viaje y que también nos llamo mucho la atención, es
cuando acuden a comer a un restaurante donde habían reservado mesa con
antelación y les ponen problemas al ir el niño en una silla.
Si os lo
cuentan así vosotros diríais, qué poca solidaridad, qué sinvergüenzas, qué mala
gente….. Y sí, parte de razón tendríais, pero si os digo que no avisaron de que
llevaban a una persona en silla, no os parece que el dueño del restaurante
estaba un poco legitimado para protestar?
Porque ese tipo de silla ocupa bastante espacio, lo sabemos de primera
mano, y no en todos los restaurantes disponen de ese espacio para colocarla sin
que moleste a los camareros o a otros clientes.
A nuestro
entender, ambos tienen parte de razón,
quizá es que consideramos propio de personas con educación el facilitar
el trabajo a los demás, sobre todo cuando no te cuesta nada de trabajo.
Imaginaos a
nosotros que ahora vamos con dos niños en silla!! Cómo no vamos a avisar del
percal que llevamos con la que armamos al llegar al restaurante colocando a los
niños, las sillas, nosotros….. Es un cuadro vernos, la verdad!! Y eso en los
cuatro establecimientos que vamos porque sabemos que tenemos sitio para ir con
las sillas, que no en todos podemos!!
Creemos que la
responsabilidad empieza por uno mismo, sabiendo qué, cómo y dónde puedes ir,
sin que por ello estemos hablando de discriminación ni nada parecido.
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