Pocos estudios demuestran
las alteraciones en el sueño en niños con retraso mental y
alteraciones neurológicas o del desarrollo, cuando los que existen demuestran que aproximadamente un 23% de menores con parálisis cerebral tienen mayores
alteraciones de sueño, en comparación con el 5% de niños sin
ninguna discapacidad.
Las encefalopatías graves interfieren en el desarrollo y la adaptación del reloj interno causando problemas en el ritmo de sueño, bien por dificultades en la conciliación, por despertares nocturnos repetidos en la misma noche, o incluso por inversión total del ciclo sueño-vigilia, de modo que los niños duermen de día y pasan la noche despiertos.
Esto puede deberse al problema de base o a una inmadurez en la regulación cerebral del patrón sueño-vigilia. Lo que está claro es que, si la falta de sueño altera la conducta, el ánimo y el aprendizaje en los niños sin problemas neurológicos, altera aún más a los que sí los tienen, empeorando la espasticidad, aumentando las crisis epilépticas y desequilibrando el estado general de nuestros hijos/as
.
Ni que decir tiene que el mal dormir de los hijos repercute en el descanso de sus padres. Esto es especialmente cierto en los padres de niños/as con trastornos neurológicos, ya que las preocupaciones, exigencias y dificultades superan a las de los adultos con hijos/as sin problemas. En uno de los escasos estudios donde además de reflejar los trastornos de sueño de los niños/as tambien reflejan los de sus madres, señalaban que el 40% de las madres de niños con PC tuvieron mala calidad de sueño y el 44% presentaban carácter depresivo.
Cuando un niño/a no duerme bien, toda su familia duerme mal. Y no es cuestión de unos años....no. En estos casos donde nuestros hijos/as serán dependientes toda la vida, estos problemas de sueño nos acompañarán también toda la vida.
Por eso es de vital importancia que nuestros médicos le den la importancia que este tema se merece. Existen numerosos fármacos que pueden ayudar a nuestros hijos/as a conciliar el sueño y garantizarles el descanso que merecen y tanto necesitan.
Por otro lado nosotros mismos, los padres, también debemos darle la importancia que merece el tiempo de descanso. Cuando suena el despertador, hayamos dormido lo que hayamos dormido, estemos o no descansados, deberemos ponernos en marcha e ir a trabajar, llevar a los niños al cole o a las terapias que necesiten, organizar la casa, atender a los hermanos/as, y, en definitiva, VIVIR.
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