Dicen que cuando estás avisado de algo malo, ese algo se supone que es menos doloroso, y aunque en general no estoy de acuerdo con esta afirmación,
en esta ocasión puede que sí se cumpla, ya que el saber que estadísticamente
nada nos libra de un par de ingresos al año, hace que los tomes de otra manera,
aunque siga sin ser un momento agradable.
El de este fin de semana empezó como las veces anteriores: a Diego le dio una crisis de ausencia, y cuando nos dimos cuenta nos
fuimos para urgencias. A partir de aquí y gracias al “mal hacer” de
nuestros gobernantes, este ingreso fue diferente.
Empezando por unas abarrotadas urgencias, en
las que, no tengo claro si por pura saturación o por un error en la valoración
de la situación, nos hicieron esperar media hora. Media hora que para unos
mocos no es muy relevante, pero en una crisis epiléptica es un tiempo precioso.
Después la cosa no mejoró, nos llevaron a la
planta de Escolares, es decir, la de niños de 6 a 14 años, ya que la de
Preescolares en la que debíamos estar (unida ya hace un par de años a la de Lactantes...) ha sido cerrada sin explicar porque.
Os podéis imaginar lo que es mezclar (casi amontonar) niños de meses con otros
de hasta 14 años, con sus diferentes
ritmos de sueño, comida y vida, y por si fuera poco, en una planta que no está
preparada para los más peques ya que en el baño, por lo menos en nuestro caso,
había ducha y no bañera, no hay sistema de seguridad en esos enchufes que tanto
les atraen, la sala de juegos no tiene material adecuado ni está
preparada para ellos y todo eso unido a la locura que supone para
los profesionales de la planta, ser capaces de cumplir con las necesidades tan
diferentes de los niños......
Pero bueno, lo importante es que Diego se recuperó y en 24 horas nos mandaron para casa, con un ligero retoque en la medicación y una cita pendiente para revisión en enero.....
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